viernes, 10 de septiembre de 2010

La factura de la superficialidad


Toda deuda se paga. Al banco cuando sacaste un préstamo para algún proyecto personal; al amigo cuando no te alcanzó para regresarte a tu casa por haber comprado chela en la disco; a tus viejos cuando no te alcanzó hasta el fin de mes lo que te pagan en tu chamba por haberla gastado en taxis, comida y salidas, etc. Todas estas deudas, una vez saldadas, te dejan una satisfacción de haber gastado tu energía y tu dinero en algo que te hizo feliz por un momento. Pero no es lo mismo cuando la factura no va a tus bolsillos, sino a tu ego de hombre por tener de enamorada a una chica, que en esta sociedad se denominaría "rica". Pero para no herir suceptibilidades pongámosle una denominación de "muy hermosa chica".

Era el 2002 cuando cursábamos el 2do de secundaria y también nuestra inocente relación. El día y mes en el que estuvimos se me ha esfumado de la cabeza como si me hubiera propuesto olvidarme de esa rela en la que mi superficialidad me pasó factura. De las pocas imágenes y flashes que tengo de nuestro aproximado mes y medio juntos tengo una conversación con ella y una amiga en las mesitas del kiosko del colegio, de un sábado en el que fuimos al cine a Larcomar y el día en que terminamos, o mejor dicho, terminé con ella... por niño.


La conversación fue una cualquiera, a la hora de salida, que trataba de mi afinidad por un videojuego de Playstation 1 llamado Resident Evil 3.

La salida al cine es la imagen que más recuerdo. Yo esperando en las escaleras del bowling,yendo y viniendo de un lado a otro hasta que la vi. Su sonrisa de par en par hacía dificultoso ver sus ojos, ya que los achinaba, pero me permitía distinguir el brillo de sus brackets. Un confidente beso, de esos que no son agarres ni son solo picos, fue nuestro saludo. Así lo eran siempre. Fuimos al cine y vimos "Panic room".
Entonces llegó la hora de mis desatinos. El 2do momento más trágico de esa salida fue a la hora de pagar las entradas. Yo teniendo 14 años, sin un trabajo que solvente mis salidas, con padres que cuidaban la economía como si fuera una enferma y yo con un roche del tamaño de la cara que puso ella al inducirle que cada uno se pagara su entrada, fueron causas de mi ignorancia en el tema de "invitar a tu enamorada".
Entramos a la sala y vimos la película. La agarrada de manos infaltable en plena oscuridad se hizo presente, mas no algún beso. Llegó la hora de salir de Larcomar y, junto con ella, la hora de acompañarla a su casa. Bueno, esa última hora nunca se me cruzó por mi mente, para mi desdicha.Tomamos el mismo micro, porque ella se iba a la casa de su abuelita si mi memoria no me falla. Al cabo de unas 8 cuadras, nos despedimos con el mismo beso de siempre, se bajó y caminó por la av. Larco. Una despedida con la mano a través del vidrio no se hizo esperar por mi parte, pero sí lo hizo mi gesto caballeroso, gentil, amable y lógico por acompañarla a su lugar de destino. Fui un completo idiota. Ese se llevó el premio al momento más trágico de esa salida.

La 3era imagen que tengo de nuestra relación fue el día en que terminamos. Fue en el salón de clases en un cambio de hora. Momento en el que todos estábamos en completo barullo y desorden. Me paré para hablar con ella después de unos muy probables 5 días de silencio mutuo. ¿La razón? Me dejó de gustar. Así de simple. Unas ligeras características específicas desarrolladas en la época hormonal de la adolescencia, muy parecidas al bozo de "Cantinflas" fueron mi principal motor. Ok, estoy exagerando. De hecho era muchísimo menos, pero para esa edad era el horror. Ahora sé que esas cosas se pueden solucionar en un simple segundo, pero en ese entonces mi superficialidad me ganó la batalla.

-"Creo que debemos hacer algo, porque hace tiempo que no hablamos"- le dije.
-"Si yo también creo eso"- me respondió con una ligera sonrisa, que me descuadró de mis lógicas casillas.
-"Creo que lo mejor es terminar"- dije sin más ni menos.

-"..."-  -"¿Qué? ¿De verdad?"- dijo sorprendida y con los ojos  bien abiertos.

Después de eso tuvimos una plática de 15 segundos, más o menos, en la que me dejó notar que ella no había pensado en esa solución. Mi falta de madurez hizo que la relación termine. Le di un beso en la mejilla y seguí mi camino.

A los dos años se volvió en la mujer más linda del colegio, según mis gustos. De esas con las que todo hombre sueña estar, de esas de las que todo hombre piensa que jamás podrá estar. Y así se quedó hasta ahora. Hace poco la vi, unos 4 meses mas o menos. Me gustaría decir que hablamos, pero no fue así. Yo estaba en un taxi por la vía expresa y la vi caminando por la mimsa. Esos segundos me hicieron dar cuenta que nunca voy a terminar de pagar mi inmadurez; que mi superficialidad siempre me pasará factura cuantas veces pueda; que mi gusto por ella, después del 2002, regresó y se quedará conmigo hasta que me muera.

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