
Todos los domingos era lo mismo. Una visita al interior de sus ojos era un beso para mí y que me regale una sonrisa, el clímax. Fue así durante muchos domingos. Derrepente un par de meses.
Pero todo es finito. La primera en desligarse de esos jalones de brazos para ir a misa fue ella. Supongo que se reveló como todo adolescente que cruza mas o menos esa edad. En cambio, yo seguía esperanzado en volverla a ver siquiera un domingo más, por eso no deje de ir cada semana. El ver a su hermano, (ahora sé que lo es) y a su abuela (incluso ahora no sé si lo habrá sido) en misa, pero a ella no, me sumergían en un profundo vacío.
Desde ese día, nuestras citas de los domingos nunca más se dieron; pero otras, sí. Las calles fueron testigos nuevamente de nuestras miradas. Varios días la veía venir a lo lejos, esos ojos caramelo y su cabello largo y negro. Sus pasos y los míos se acercaban más y más, mi corazón latía cada vez más rápido, unas fugaces miaradas se cruzaron y en mi mente era un -”me vio, sé que me vio”-. Mi boca quería estallar, quería decir algo, siquiera algo. 3m, 2m, 1m… Como en las películas cuando la chica más bonita entra al lugar, el tiempo se detuvo, o mejor dicho, pasó en cámara lenta. Su cabello ondeado por el viento junto con sus ojos me quitaron el habla. Nunca pude decir nada. Voltee al rato para verla, pero ella seguía su camino como si nada. Es mi consuelo pensar que ella también lo hizo, pero en algún momento en que yo parecía que caminaba como si nada. Esos encuentros se repitieron como “Déjà vu”, ya que nunca alguno dijo nada. Supongo que yo debí haber sido el que debío haber soltado la primera palabra, pero esas cosas no funcionan conmigo: soy un rochoso de primera.
Ahora último, 10 años después aproximadamente, la conocí por un amigo mío que trabaja conmigo. El mundo siempre ha sido así de enano para mi suerte, en esta ocasión. La fuimos a recoger de su trabajo un día de madrugada, porque nosotros también salíamos a esa hora. Esas 5 cdras de caminata fueron las más emocionantes y ansiosas que he tenido. A lo lejos la vi, solo que ahora tiene el cabello corto como Mafalda.
-”Hola, ¿qué tal?”-
-”Hola”-
Fueron nuestras palabras. Después intercambiamos dudas acerca de nuestros trabajos y nada más, cerrado el pico el resto de la madrugada. Supongo que fue la vergüenza, supongo que fue el estar en el carro del enamorado jalándonos a todos a nuestras casas, supongo que fue el respeto. Pero nadie me quitará la dicha de haberla conocido finalmente después de varios años de espera.
El cielo estaba despejado ese día, y así como el primer domingo en que nos vimos, estoy seguro que Dios también nos pudo ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario