“Se dice de todo acerca de Yvonne Frayssinet: amorosa, tierna, divertida, loca. Pero ¿qué tanto es cierto todos estos adjetivos que le atribuyen? Una fría noche en el teatro Marsano se descubre la verdad de las cosas, los adjetivos reales, los ficticios y los que ella misma se atribuye. La vida real en escena de Yvonne Frayssinet.”
El temperamento la hace sobresalir de la escena como cuando un animal encuentra a su presa. Yvonne dice sus líneas con firmeza, rudeza y convicción. Va y viene de un lado del piso al otro como cuando uno está ansioso. –“Déjenme pasar”-, le dice a Nicolás Fantinato y a Pilar Brescia y se abre paso entre sus dos colegas (otros actores reconocidos en el medio peruano), como si estuviera muy acostumbrada a hacerlo.
Regresa colérica, molesta, inescrupulosa y con ganas de insultar, insultar y seguir insultando a alguien. -“Vaca preñada”- Le replica a Pilar. Sus ojos sobresalen como si los estuvieran empujando de adentro hacia afuera. El rostro poco a poco se torna de un color rojizo colérico, sus manos están hechas bolas por los puños, su voz llega a un registro tan alto y potente como cuando un jugador de fútbol intenta convencer al árbitro que le han cometido el peor de los fouls, y sus cejas se fruncen como el de un personaje de anime. Julián Legaspi, otro actor del medio, se queda boquiabierto parado al costado del mini bar, con una expresión facial de las que solo pones cuando algo realmente sorprendente está ocurriendo. Pilar sigue riendo, y junto con su risa, la vergüenza de Nicolás. Y junto con la vergüenza de Nicolás, la rabia de Yvonne. La campana está a punto de sonar para dar el primer asalto. -“Esto está mejor que nunca”- dice Julián en tono cómico y sarcástico. Las miradas de ambas se cruzan, la respiración aumenta de velocidad, las garras de Yvonne, que están muy bien cortadas, quieren acariciar fuertemente a Pilar. Todo está listo. Los previos están listos, pero…
Regresa colérica, molesta, inescrupulosa y con ganas de insultar, insultar y seguir insultando a alguien. -“Vaca preñada”- Le replica a Pilar. Sus ojos sobresalen como si los estuvieran empujando de adentro hacia afuera. El rostro poco a poco se torna de un color rojizo colérico, sus manos están hechas bolas por los puños, su voz llega a un registro tan alto y potente como cuando un jugador de fútbol intenta convencer al árbitro que le han cometido el peor de los fouls, y sus cejas se fruncen como el de un personaje de anime. Julián Legaspi, otro actor del medio, se queda boquiabierto parado al costado del mini bar, con una expresión facial de las que solo pones cuando algo realmente sorprendente está ocurriendo. Pilar sigue riendo, y junto con su risa, la vergüenza de Nicolás. Y junto con la vergüenza de Nicolás, la rabia de Yvonne. La campana está a punto de sonar para dar el primer asalto. -“Esto está mejor que nunca”- dice Julián en tono cómico y sarcástico. Las miradas de ambas se cruzan, la respiración aumenta de velocidad, las garras de Yvonne, que están muy bien cortadas, quieren acariciar fuertemente a Pilar. Todo está listo. Los previos están listos, pero…
Se levanta y le da unas indicaciones a Yvonne y ella asiente. Pero su rostro no cambia, se ha quedado con el personaje dentro. Es como si fuera dos personas, una que atiende y acepta las indicaciones de Cattone y otra que mantiene ese compromiso con su personaje. No es bipolaridad, tampoco es que sea géminis, es el compromiso con ella y con su trabajo que tanto le apasiona.
Se dice que los famosos se hacen esperar y 20 minutos es aceptable para alguien así. No es mucho. No había porqué desesperar. La cita era a las 7pm y el lugar parecía desértico. Todas las luces se encuentran apagadas, el teatro está inundado en oscuridad, pero sobresale su fachada roja. A penas se puede leer los distintos afiches que se encuentran adentro: “OSVALDO CATTONE y su gran compañía de comedias. 2 x 1. Últimos días. Negociemos y La pipa de la paz”. El teatro Marsano se encuentra en Surquillo, en el cruce de la calle Gral. Suárez y González Prada, frente a un parque y a lado de un mercado de productos Incas nombrada para todo el globo como “Inka Market”. Si todavía no se ubican, no hay pierde con las coloridas banderitas que hay alrededor del mercado como signo de señalización para identificarse como mercado orgulloso de pertenecer a los “4 suyos”.
La ansiedad y la angustia me llevaron a pasearme por los alrededores. A un costado del teatro, también había teatro. En ese momento, recuerdo las palabras de Yvonne: -“Al lado del teatro vas a encontrar una puerta y a un señor. Pregunta por mí”. Había portón, pero no señor. Un portón de dos puertas marrones bien barnizadas se encontraba frente a un mini estacionamiento. Digo mini, porque máximo entran unos tres carros. En este caso dos, ya que estaba estacionado un Toyota Corola para el lado izquierdo. ¿Será de Yvonne? Solo una puerta estaba abierta como si se quisiese generar duda a quien quisiese entrar. “Ambas puertas deberán permanecer abiertas durante la función”, decía un papel pegado en el portón por dentro. No había función, así que no tendrían porqué estar abiertas de par en par. Adentro, pegado al renombrado portón, estaba plantada una mesa y a su costado una silla, la cual sostenía no al portero, sino un fólder negro lleno de papeles. La ilusión de encontrar a alguien regresó nuevamente cuando vi un banco más allá, pero se desvanecieron cuando me di cuenta que esta vez ni siquiera sostenía un fólder. Varios afiches adornaban el solitario y pequeño lugar. Las paredes estaban ornamentadas con unos pocos afiches de colores extravagantes, vistosos y antiguos como los que ves cuando anuncian algún concierto de algún grupo de “chicha” o “cumbia” (fucsia, amarillo y verde). Al parecer, el decorador tiene un frustrado “horror al vacío[1]”. Un Osvaldo Cattone sonriente, joven, sin arrugas, con cabello ondeado largo y negro, acompañaba a una Regina Alcover regia, con una sonrisa no forzada, con la piel de niña y cabellos largos. Ambos estaban impregnados e inmortalizados en algunos afiches. Tres puertas dan alusión a que el lugar es más grande. A la derecha una puerta totalmente cerrada, porque se abre por dentro. A la de la izquierda se llega bajando por una rampa de metro y medio. Un orificio rectangular a la altura de los ojos traspasa la puerta. Pareciera como si fuera un cuarto para personas con problemas psiquiátricos y se les tuviera, necesariamente, que estar vigilando. Lógico, sin tener contacto físico: la puerta es de metal. Como participante en un programa de concursos solo me quedaba la puerta nº3. La del medio. La ganadora. La que estaba sin candado, pero también se abría por dentro. Un señor salió por allí al cabo del tercer toque de puerta, uno que respondía al nombre de Sr. Vallejos y me preguntaba qué deseaba.
-“Buenas noches, busco a Yvonne Frayssinet hemos quedado en encontrarnos aquí.”- digo sin titubear.
-“No, todavía no ha llegado”- dijo el Sr. Vallejos con su metro sesenta de estatura, tez trigueña, cabello esponjoso y blanco como la punta de un brócoli y una voz amable, pero rápida. Ésto hacía difícil la distinción de sus pocos dientes.
A sus 60 años, Hilda Yvonne Mélanie Frayssinet Gaviria, -“se pronuncia Melaní, con acento en la primera e porque es Francés”- aclara ella, se autodenomina actriz profesional solo desde que actuó ganando un sueldo. Fue en la “Compañía Cattone” en el “teatro Mariátegui” en 1975 cuando la llaman para hacer teatro con un sueldo. Es decir, hace aproximadamente 35 años. 35 años de vida artística profesional. 35 años de largo trabajo y compromiso con ella misma. Pero desde hace más años hace teatro. Se metió al “Club de teatro” en Lima en su adolescencia. El Club de teatro era una escuela. Al principio, como ya habían comenzado las clases, no se sentía a gusto. Los chicos y las chicas ya eran sueltos y desenvueltos, ya habían pasado por el proceso para quitar la vergüenza. Pero Yvonne no, ella era nueva. Pero algo en sus instintos hicieron que, como camaleón, se adapte al medio. Le encantó, quedó fascinada y enamorada del ambiente en el que se convivía ahí. La empatía conseguida entre los estudiantes y profesores era lo que más le atrajo a ella. Y como toda adolescente, se enamoró…se enamoró de la actuación.
No sabe si fue el destino o la suerte la que la llevó por el camino artístico. Pero de lo que sí está segura es que fue su tía Mélanie (nuevamente con acento en la primera “e”) la que la inició por esos senderos. La llevaba al teatro cuando era niña. Desde los 8 años asistía a obras de teatro y desde entonces no pudo salir. Jamás se le ocurrió que ella, algún día, iba a ser la que iba a estar parada frente al público, subida en el escenario diciendo la letra de alguna obra. -“Yo era tímida, pero me esforzaba por no serlo”- explica el motivo por el cual ni se imaginó invertir el rol de espectador a actor. Los actores eran para ella como personajes ficticios, -“de otro mundo”- como ella dijo. Lo cierto es que ahora ella no es extraterrestre, es denominada la primera actriz peruana. Y Perú queda en el planeta tierra.
Pero su humildad se asoma cuando dice que no se considera un pilar en la actuación peruana, sino el conseguir que la necesiten y confíen en ella para algún personaje es el mayor éxito como actriz. Y lo ha logrado. Con un aproximado de 30 obras teatrales 11 telenovelas, 5 miniseries y 6 filmografías se afirma su logro. La necesidad que tienen los directores y productores de contar con ella para sus proyectos es un indicio y una consecuencia del talento y compromiso que tiene Yvonne con su carrera.
Compromiso, eso es lo que diferencia del actor profesional y el aficionado, porque muchas veces llaman a personas solo por el grado de popularidad que tienen en el medio, o por cualquier otro motivo que no sea el de compromiso, profesionalismo y aptitud actoral. ¿Cuántas veces hemos visto a personajes en novelas o series que no encuadran en el contexto? –“Seamos realistas… hay muchos que los llaman y no son actores”- aclara ella.
Uno va al teatro para entretenerse, ya sea comedia, farsa, drama, etc., pero lo que más le gusta al público masivo es reírse. Patch Adams dice que la risa es la mejor medicina, ya que libera endorfinas y esto hace que mejore la circulación. La gente busca reírse, aunque no sepan el motivo médico. Solo lo hacen porque se siente bien. Hacer reír es fácil, es sencillo, pero hay que saber hacerlo. Una frase inesperada, creando una sorpresa, con calidad, con imaginación y con un vuelco gracioso son las maneras en cómo se debe de hacer reír para Yvonne. -“hacerse el payaso es un fracaso”- aclara indignada.
La pena la invade y un ligero charco humedece los ojos de Yvonne. Se siente triste, desconsolada. Voltea la cabeza de izquierda a derecha, como no creyendo lo que está escuchando. Está sentada en una banca y sus manos hechas bola por los puños están sobre sus rodillas. El vaivén de la cabeza no cesa, los ojos cada vez sudan un poco más. Pero el rostro cambia, en un instante se pone de pie eufórica, exaltada, molesta, indignada, apenada, triste…con ganas de desmayarse. La fantasía le invade el alma al escuchar que sus hermanos quieren hacerle el mayor de los daños a su propio padre.
–“Hay que desconectar a Papá”– dicen Julián y Nicolás. Con la seguridad de que es lo mejor que pueden hacer.
-“¡Hijos desnaturalizados, hijos de puta!”- les grita Yvonne.
Yvonne se desvive y vive para su familia. –“Se preocupa bastante por su familia”- dijo Maria Eugenia Oxenford, hija de Marcelo Oxenford, el esposo de Yvonne. En Jurassic Park 2 Jeff Goldblum, Julianne Moore y Vince Vaughn interpretan al Dr. Ian Malcolm, Dr. Sarah Harding y Nick Van Owen respectivamente. En un momento de la película, dejan libre al pequeño T-Rex que tenían en cautiverio para curar sus heridas, después de que papá Rex y mamá Rex lo reclamaran con unos rugidos y unos dientes del tamaño de sus miedos. Del mismo modo actuaría Yvonne si se meten con algún niño o peor, con su hija Lucía. La injusticia no le gusta. -“Me desconozco”- explica. No le daría temor ni vergüenza mostrar sus dientes, y porque no, rugir un poco. Pero trata de controlarse, sabe que su hija ya tiene la edad y sobretodo, la estatura, para defenderse muy bien. “Dice que tengo cuerpo de vedette”- dice entre risas Lucía con sus 19 años cumplidos el 8 de junio.
Precisamente vedette es el personaje que se muere por hacer Yvonne y su principal arma: la comedia. Se siente capaz de poder hacer reír al público. –“No canto, pero cuento chistes”- comentó en una entrevista. Estaría dispuesta a ponerse un lindo vestido y, quién sabe, hasta a hacer “pole dance” (en Perú, conocido como el baile del tubo).
-“Siempre se preocupó por mis padres”- añadió Patricia Frayssinet, su hermana. Cuando sus padres vivían, las ganas y el compromiso para velar por su bienestar por ellos era admirable. Siempre estaba al pendiente de ellos. Así trabajara y su agenda estuviera tan llena como la de Papa Noel en Navidad, ella iba donde sus padres. Ya sea por una simple pastilla, Yvonne se encargaba porque se la tomen.
Su familia: sus padres, su hija, su esposo, sus hermanos… ¿la empleada? Una vez tuvo una muy joven. Una chica de pueblo como acá se les llama a las que son de la sierra. La inocencia que emanaba de ella hizo que Yvonne también la cuidara. Hubo días en los que la joven pedía permiso para salir un día del fin de semana por la noche. El cambio fue abismal: el perfume a flores y los cabellos sueltos. Fue un cambio tan radical y vistoso, que causó un viaje al futuro en la mente de Yvonne: -“a esta chica la van a embarazar”- predijo. Al parecer…algo de bruja también tiene.
6 a.m. de la mañana, los pájaros se escuchan y unos pasos también. Todo está oscuro, tan oscuro que no se distinguen bien las formas. Tan oscuro que los niños confundirían una lámpara con una bruja. La silueta de una persona dentro del cuarto aparece frente a Yvonne... o eso parece. Una voz rápida, chamuscada, preocupada y graciosa se escucha…
-“Siñora me voy, siñora mi voy”- dice la joven
-“¿Qué? ¿A dónde? ¿Qué pasa?- exaltada replica Yvonne.
-“El condón señora, falló el condón”-
-“¿Estás embarazada?”-
-“Sí”-
-“¿De quién?-
-“Del negocio de frutas”-
Humanamente imposible es quedar embarazada de un bien tangible. Pero Yvonne dedujo que era del frutero.
Cual madrina, mejor amiga y madre, Yvonne le hizo una fiesta en conmemoración al nacimiento del hijo de su empleada, donde se les llevaba toda clase de regalos que ayuden a la difícil labor de ser madre: “babyshower”.
-“Sea nuevo o usado, tráelo no más”- decía Yvonne a los que invitaba.
Los invitados conversaban, sonreían, se reían. Yvonne estaba contenta, pero no más que la joven inocente. Si alguna vez quieres tener el 1er año asegurado de tu hijo, pues se empleada de Yvonne Frayssinet. La cantidad de regalos era abrumadora. Desde ropa hasta cuna. Es posible que la misma Lucía no haya tenido un babyshower así.
Pero Yvonne es así –“defiende lo suyo”- explica Patricia.
Eso es Yvonne Frayssinet. Una actriz que el medio la considera pilar actoral, pero ella no; una actriz que en casa se preocupa por los suyos; una actriz que se puede convertir en una fiera si atacan lo que más quiere; una actriz con la sensibilidad de punta.
Toda la gente de mi generación, de 20 años aproximadamente, la tiene bien impregnada en la mente. ¿Quién no se acuerda de la carismática y semi malvada Lucrecia de Vil en la telenovela Travesuras del corazón? Para mi generación, ese personaje marcó un pedazo de la memoria y de reconocimiento. Una señora vestida y maquillada como Cruela de Vil en la película de Walt Disney “101 Dálmatas”, con una sonrisa siempre en la cara a pesar de decir cosas hirientes, con un carisma que podría confundir al mismo Dios a la hora del juicio final. Qué personaje. Esa era Lucrecia de Vil. Derrepente sencillo para ella, pero muy importante en la vida de los niños de ese entonces. Desde ese momento…nuestros respetos.

Para los eruditos del teatro, Yvonne llegó a su apogeo en “Master Class” interpretando a “María Callas”. –“Yo vi MASTER CLASS en Broadway con Zoe Cadwell y en Baires con Norma Aleandro, considerada por los críticos como la mejor actriz de Sud America, y sinceramente ninguna me conmovió tanto como Yvonne. Me paré como un resorte en la platea gritándole ¡BRAVO!”- dijo Osvaldo Cattone en una entrevista.
Una persona que busca respeto por lo que hace. Si hay algo que ella más ha conseguido con el público…es respeto
-“¿Cómo te describes, Yvonne?”- le pregunto.
-“Soy una loca”- entre risas. –“Un poquito rara yo, derrepente flemática. Sin embargo soy muy temperamental, muy apasionada”-.
Yvonne está sentada junto a la mesa. Medita. Su rostro es diminuto en comparación al teatro, el cual está revestido de color rojo y tiene ductos de ventilación en las paredes. Justo antes de llegar el techo. Un murciélago pasa de derecha a izquierda y se mete a uno de esos. Vuelvo con ella. Está pensando. Se coge la cara con la mano derecha mientras su codo se apoya sobre la mesa. Su cara es de recogimiento, de sensatez, de resignación. Leves lágrimas se aproximan y Julián y Nicolás esperan su respuesta.
-“Desconéctenlo”-responde resignada.
Jamás veremos una Yvonne que se rinda. –“Siempre sale adelante”- según Patricia. Se nota que es un ensayo de una obra. Una fantasía.
Le ve el lado positivo a las cosas. Asumo que por eso tiene la facilidad de hacer comedia en cualquier circunstancia.
Ya son las 7:30 p.m. y una camioneta negra se estaciona en el medio. Es ella. Estaciona lentamente la camioneta. Parece que le queda grande. Retrocede un poco y vuelve a adelantar. La calle está llena de carros, pero solo me fijo en uno negro. Termina de estacionar y baja.
-“¿Eres tú?”- me pregunta con duda y emoción. Una ligera sonrisa sobresale de su rostro.
-“Sí, yo soy David”- le digo doblemente emocionado.
Abre su maletera y saca una mochila en forma de neceser gigante. Me comenta que está muy cansada porque ha grabado todo el día una toma tras otra para “Al fondo hay sitio”, una serie de extraño humor. La ayudo a cerrar su maletera.
Su voz y su rostro me hacen entender que todo lo que se dice de ella es verdad. Que es una persona carismática: desde el hola me cautivó. Es una actriz comprometida y aplicada: su ensayo es a las 8pm y ella está a las 7:30 p. m. Es esa persona divertida que le hacía bromas a su hermana cuando eran niñas y le escondía los chocolates para que no se los coma, dejando ver su lado egoísta, pero juguetón. Es de esas personas amorosas y tiernas que a pesar de que haya gente alrededor, le da un beso en la boca a su esposo al saludarlo, pero tiene la capacidad de ser displicente y resbaladiza a la hora de tener algún problema con él. De esas tías que se sienten orgullosas de sus sobrinos como Alonso Cano por sus logros teatrales. De esas madres que sacan las garras por sus hijas como Lucía. De esas actrices que roban derechos de autor cuando usurpa un poquito de cada uno de ellos para formarse personalmente. Es de esas actrices que a pesar de tener un personaje chiquitito sacan lo mejor de sí y logran hacer un súper personaje como “Gigi”, una sirvienta, con el cual se siente orgullosa y lo recuerda con alegría y orgullo. De esas locas que se autodenominan así, derrepente para explicarse el porqué después de 35 años de vida artística profesional, solo hace 10, siente que su verdadera vocación es ser actriz. De esas personas con carreras frustradas como el periodismo y pasiones frustradas como la pintura. Es de esas profesionales que siguen actuando a pesar de estar a cuadras del estallido de una bomba terrorista como la de “Tarata”. De esas profesionales que se creen el papel que hacen. De esas amigas que no diferencian la raza y estatus para engreír y ayudar. De esa familiar que se reúne con sus hijastras y con la ex esposa de su esposo en días festivos. De esas personas sencillas a pesar de la fama. De esas personas de las que se habla.
Lo cierto es que se dice mucho de Yvonne, y aunque lo niegue, aunque quiera decirnos una vez más lo humilde que es, el adjetivo o frase con la que más la vamos a recordar todos los peruanos, es:
“Yvonne Frayssinet: la primera actriz nacional”.
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